Francisco Ruiz de Infante nació en Vitoria-Gasteiz en 1966. Realizo estudios de pintura y artes visuales en Bilbao y de música en Vitoria. En el año 1991 se instaló en Francia, donde actualmente vive y trabaja. En 1985 empieza a interesarse por las instalaciones pero no es hasta 1992 cuando empieza a crear las obras de este estilo con un renombre. En sus instalaciones utiliza el espacio de exposición para la experiencia artística, los cuales son de envergadura escasa, a la vez que materiales simples y ordinarios (madera, pintura, cables de electricidad, etc.). Con esto el autor quiere que el espectador centre su atención en sitios y objetos que fuera de la exposición no presta atención.
También, se centró en trabajar el
período de la infancia y el de la duda como reflexión sobre las normas y reglas
de nuestra vida. Para Francisco Ruiz la infancia es un período intermedio en
las personas, donde las normas y reglas del mundo adulto permanecen en
suspensión. Lo inacabado, la mezcla entre realidad y ficción (y otras
características más sobre el mundo infantil), es donde Francisco representa su
percepción del mundo. En 1992 comienza a trabajar los parcous (recorridos), pero no fue hasta 1995 cuando se le
reconocieron artísticamente estas obras, precisamente en la exposición Esperando el trueno y esperando el rayo.
En este momento es cuando sus instalaciones se caracterizan por el uso del
espacio, la arquitectura, el audio, el vídeo, los dispositivos interactivos, la
utilización de grandes recintos desolados y peligrosos, etc. Él dice: “Mis representaciones se plantean a partir
de una estructura de secuencias y etapas que le espectador debe atravesar: un
extraño juego de pistas” (Sánchez Argilés, 2009, pp: 232). Una obra que se
organiza de esta forma es Memoria y
turbulencia (1995). A esta instalación se accedía a través de otra llamada El agua está caliente y por último
cruzar una puerta abierta. En ese momento había dos caminos en el que el
espectador podría elegir uno de ellos y así explorar el recinto, pero solo uno
de ellos tenía salida. El camino izquierdo, el que no tenía salida, te llevaba
a un pasillo oscuro y dudoso con la caña y el cartón como material de
construcción, simulando lo viejo y dudoso. Y el camino derecho, al principio
era igual de oscuro que el anterior, pero más tarde había un laberinto de 42
metros que simulaba el interior de un granero. Al final de este laberinto había
una sala pequeña, blanca, con una silla, una mesa, un vaso de agua (encima de
la mesa) y una proyección de un mar enfurecido, en la que lo único que tenía
movimiento era el vaso de agua.
El artista en sus obras quiere transmitir sus medios durante la infancia y que nunca le abandonarán: el miedo del enfrentamiento a la vida. El objeto animado, el juego, la supresión de reglas que estructuran la vida del adulto no tienen ningún sentido para el niño, por lo que también son otro foco de atención para Francisco Ruiz.
(Sánchez Argilés, 2009)
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